jueves, 2 de septiembre de 2010

El Sol en la Historia (segunda parte y última).

Valorar la fuerza del Sol es reconocer su importancia para la vida y la muerte en la Tierra.
Este pensamiento fue continuo en todas las civilizaciones que han existido a lo largo de los distintos períodos históricos. No Obstante el ser humano necesitaba respetar y redescubrir la importancia del Sol. la Tierra es el lugar donde vivimos pero el cielo es el lugar donde pasan cosas que transfieren a la Tierra. Esto era fácil reconocerlo desde las primeras civilizaciones. El Sol calienta , ilumina, sale por Oriente y se oculta por Occidente. Nace, muere y resucita otra vez. La Luna en cambio, suele salir de noche, genera una luz pálida sobre la oscuridad de la noche, no siempre es circular, e incluso, a veces no sale por la noche. Las civilizaciones siempre han adorado a estos dos elementos: el Sol y la Luna. Eran los ojos del cielo, opuestos, y, a su vez, hermanados. El Sol siempre se ha relacionado con la fuerza, la riqueza, el poder, la eternidad. En cambio la Luna aparece y cuida la Tierra cuando el Sol no está. A pesar del desarrollo científico-técnico de hoy en día, seguimos calibrando y respetando al astro rey como parte fundamental del equilibrio de la vida.
Por eso el Sol es el astro por excelencia y la Luna es, digámoslo así, su opuesto.Ambos astros eran considerados por la antigüedad como los ojos del cielo uno opuesto al otro. La perfección cósmica estaba regida por la alternancia de estos dos astros. Uno era la fijeza continuada y otro de aspectos cambiantes. El ocaso del Sol siempre conlleva a la muerte como ocurría con los héroes, como Sansón, Sigfrido, etc. Ya Tácito y Estrabón hablaban de "ruido" hecho por el Sol al nacer en Oriente y al hundirse en Occidente. Se referían a los cambios de Tonalidades del fulgurante amarillo al rojo fuego. Estas tonalidades siempre han interesado a los pueblos de la antigüedad. Al amanecer o al atardecer se solían hacer los sacrificios de vírgenes o la emancipación de algún joven. Mientras que los polos opuestos( nadir y zenit) se dejaban para oráculos que predecían guerras o uniones. Los puntos cardinales había que añadir dos más que era arriba de nuestras cabezas y abajo a nuestros pies. En total son seis y, uno, séptimo, que era el punto central; es decir, la persona, su corazón. Atendiendo a esto, se puede decir que el ser humano se localizaba tridimensionalmente en el espacio y permitía ver con otra perspectiva su alrededor. Esto conlleva a decir, que la mente del erudito de la antigüedad entró en una especie de dilema situacional tras observar que el cielo se movía con cierta precisión pero algunos errantes (planetas ) no. Había algo que no cuadraba y que a su vez rompía con las dimensiones de los siete puntos. Esto hizo pensar a los eruditos de la antigüedad en el espacio pero a su vez en el tiempo (los movimientos oscilantes de los planetas ofuscaron también a más de uno en el proceso temporal). Esto les llevaron a dudar de muchos aspectos ya asentados por Ptolomeo. Si el tiempo modificaba el espacio, el lugar de observación también puede ser diferente e incluso moverse, como el Sol, como la Luna, como las estrellas, al igual que el tiempo. A partir de este pensamiento los eruditos de la antigüedad divagaron sobre la importancia de ese séptimo punto espacial. ¿y si no estuviera solo en la Tierra? ¿y si fuera desde otro sitio cambiaría el tiempo, la dimensión? si existe una posibilidad de cambio espacial hay que decir que la Tierra no era el centro del Universo. ¿Dónde estaba entonces? Posiblemente sea el Sol, que era el generador de luz.....

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